La
escasez es el resultado y no el horizonte de la humanidad: Bartra
Quienes
buscan transformar el mundo se rigen por la lógica del mercado, el
costo-beneficio, deplora
Llama
la atención sobre el lado carnavalesco y simbólico de los movimientos
sociales
Nota de: Ángel Vargas
Que la humanidad siga
funcionado bajo una lógica de mercado, de costo-beneficio, no es lo más
preocupante, según Armando Bartra. Lo más grave, afirma, es que quienes buscan
transformar al mundo se conduzcan bajo esos mismos principios.
Ese es uno de los temas que
el reconocido sociólogo e investigador mexicano de origen español (Barcelona,
1941) trata en su más reciente libro,Carnaval/ Hambre, coeditado por MC
Editores y la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), de la que el autor es
catedrático.
Se trata de un libro-objeto
transgresor por su contenido, diseño, iconografía y encuadernación. Incluso
puede leerse de atrás hacia adelante o de forma convencional.
Consta de dos entradas en
las que abarca aspectos que remiten a la crisis de la modernidad. El primero es
el hambre, entendida como la insuficiencia alimentaria que padece el mundo
contemporáneo.
El segundo está englobado en
el concepto de carnaval y en él se reflexiona sobre la idea de lo grotesco como
forma subversiva ante el orden dominante e indicio de que la utopía es posible.
Mil
millones en la hambruna
Trato de abordar la crisis
de la modernidad desde dos ángulos: uno es el mundo externo, el mundo objetivo,
el mundo material, y allí sería el concepto de hambre, la crisis alimentaria. Y
el otro es la perspectiva más interna, más subjetiva, más espiritual, más de
nuestros sentimientos y pensamientos, que es el concepto de carnaval, explica
Armando Bartra en entrevista.
Según el especialista, la
modernidad ha fallado en su promesa de atender aspectos tan básicos como
procurar la alimentación de quienes habitamos el planeta.
El hambre es quizá la
expresión más dramática de la crisis que afecta el mundo objetivo. La escasez
es el resultado de la humanidad y no el horizonte de la humanidad, y la falta
de alimentos es la más dramática expresión de la crisis, porque pone en riesgo
nuestra supervivencia biológica, agrega.
Nos vendieron una idea falsa
de que la humanidad nunca más iba a enfrentar hambrunas, las cuales provienen
de la Edad Media, y en el arranque del tercer milenio tenemos mil millones de
personas que padecen hambre.
Respecto del apartado del
libro dedicado al carnaval, sostiene que otra de las grandes mentiras de la
modernidad es la idea de que el pensamiento racional nos define como sujetos y
que si actuamos conforme a ello encontraremos la solución a todos nuestros
problemas.
Esto traducido a términos de
todos los días, significa que la manera correcta, efectiva, humana de
comportarse es el cálculo de costos y beneficios. Cualquier cosa que se haga
hay que concebirla como una inversión y debe medirse en función de los
resultados obtenidos, apunta.
Esta lógica de mercado
impregna mucho más profundamente de lo que creemos nuestra vida cotidiana,
social e incluso política. Pensamos en términos instrumentales, lo que hacemos,
lo que decimos, lo que queremos, lo que impulsamos son medios para alcanzar
ciertos fines e incluso para sobrevivir.
Lo más preocupante de esta
manera de pensar y proceder, refrenda Bartra, es no sólo que se utiliza para
vivir en el mundo, sino para intentar transformarlo, construir la utopía, hacer
la revolución.
Si analizamos bien la
política opositora, utópica, altermundista, también están impregnadas por el
pensamiento de costo-beneficio, el pensamiento instrumental.
Por ello, dice, resulta
impostergable comenzar a pensar de otra manera, porque de no hacerlo el mundo
seguirá atrapado en las redes de la modernidad.
Destaca cómo algunos de los
más recientes movimientos sociales en el mundo se encuentran en ese proceso de
cambio de paradigma y con ello están renovando no sólo el modo de hacer
política, las formas de ésta, que es importante, sino también su sentido.
Entre esos movimientos
menciona el de los estudiantes chilenos, Los Pingüinos, los jóvenes
mexicanos agrupados como #YoSoy132 y los ocupas de España y de Wall
Street.
Bartra resalta la
trascendencia de dejar de ver los movimientos sociales desde la lógica de
mercado y considerar que sólo son exitosos si cumplen los fines expresos que
los convoca y mueve.
Esos movimientos significan
mucho más que los objetivos inmediatos que se proponen, y esto es su lado
carnavalesco, festivo, celebratorio y simbólico. Justo sobre ello es lo que
trato de llamar la atención en este libro, indica.
Claro que obtener respuesta
y solución a nuestras demandas es muy importante, pero también hay que comenzar
a pensar que nuestras acciones colectivas o individuales, que los movimientos
en los que participamos, que la política que hacemos tiene que ser en sí misma
o por sí misma no sólo un medio para alcanzar un fin, sino un modo de ser
diferentes, una manera de cambiar el mundo, de vivir distinto.
Esos movimientos, asevera,
deben ser asumidos en sí mismos como experiencia liberadora.
Quien participó en ellos no
tiene que preguntarse únicamente si obtuvo lo que se quería. Eso no es todo,
sino que el movimiento, la participación colectiva, la convergencia de diversos
que por un rato estuvieron unidos e hicieron, rieron, cantaron, protestaron,
bailaron, los hizo distintos en lo individual, añade.
Eso (carnavalizar) les
reveló que la vida y las relaciones humanas pueden ser de otra manera, que el
mundo no es inevitablemente oscuro, fatal y hostil, sino que podemos cambiarlo
y vivirlo de manera distinta.
Bartra recalca que la
importancia de todo movimiento social estriba en que, por lo menos, contribuye
a cambiar la vida de sus participantes aunque, objetivamente, no haya cambiado
el sistema político, la realidad económica ni haya alcanzado objetivos
particulares.
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